Cuentan que en el principio de los tiempos, el cielo estaba tan cerca
de la tierra que la gente no tenía más que levantar la mano para
tocarlo. La gente vivía muy contenta porque además el cielo protegía a
los seres humanos y a los animales del viento frío y del calor del sol.
Pero
un día, dos mujeres que querían preparar la comida se pusieron a moler
grano con un bastón grueso y largo en un gran mortero de piedra. Los
bastones eran tan largos que a menudo golpeaban al cielo, agujereándolo
y causándole gran dolor. El cielo enfadado protestó a las mujeres:
-¡Eh,
vosotras! Dejad de golpearme. Me estáis haciendo daño y llenándome de
agujeros. Si segis así, ya no podré seguir protegiéndoos del viento y
del calor.
Pero las mujeres estaban tan concentradas en su trabajo
que no prestaron atención a las palabras del cielo y siguieron moliendo
su grano y golpeando de tanto en tanto al cielo.
El cielo
aguantó todo lo que pudo, pero le hacían tanto daño, que poco a poco
fue alejándose de la tierra para que no le alcanzaran con los bastones
y se quedó donde está hoy, así que las gentes perdieron la protección
del cielo y desde entonces sufren el frío viento y el calor. Es por
esto que en Somalia llaman al cuelo Daldaloole, el que está agujereado.
Cuentan también en Somalia que las nubes son una hermosa
muchacha que lleva a su casa un cántaro lleno de agua que saca de un
pozo. Cuando la muchacha camina de regreso a casa, el cántaro se
bambolea y el agua se derrama por todas las partes, cayeron hacia la
tierra por los agujeros del cielo. Esa agua es lo que llamamos lluvia.
Había una vez un bosque mágico.
Su
leyenda cuenta que cuando en aquel bosque entre una persona que estime
más su miseria que toda la felicidad de este mundo, el bosque perderá
su magia y pasará a ser un bosque normal.
Muy cerca de este
bosque vivían una anciana y su hijo mayor. Vivían ambos en una casa
pequeña y nunca entraban en el bosque mágico. Todo seguía igual, con
felicidad y tranquilidad hasta que un día necesitaban leña para hacer
fuego y tuvieron que ir al otro lado de la montaña a buscarla.
El hijo era un poco perezoso y corto de entendederas, y pensó:
- ¿Por qué tengo que ir al otro lado de la montaña para coger la leña, teniendo el bosque aquí cerca?
Su madre le prohibía ir al bosque y siempre le decía que si iba le pasaría algo muy malo. Pero el hijo se fue y trajo la leña.
También
lo hizo al día siguiente sin decirle nada a la madre. Al tercer día,
cuando fue al bosque, se sentó en un tronco para descansar y, en ese
momento, bajo el tronco, salió una serpiente que se convirtió en una
mujer maravillosa de cabellos rubios y largos, vestida con un vestido
blanco y precioso. Pero era una serpiente y le quedó lengua de
serpiente.
El chico, fascinado de su belleza, se enamoró de ella y decidió pedirle que fuera a vivir con él en su casa.
Mientras
tanto, por casa la abuela, pasó una chica que venía leña. La joven iba
muy mal vestida, fuera hacía mucho frío, la abuela la hizo entrar para
darle una chaqueta de su hijo, que ya le había quedado pequeña para que
entrara en calor ante el fuego. Al cabo de un rato, la joven se
levantó, le agradeció mucho que le ayudara y le regaló un poco de leña
para el fuego.
En aquellos momentos volvió el hijo con la
mujer-serpiente. El joven explicó a su madre que lo había encontrado
por el camino y no tenía nadie en el mundo y había pensado que podría
vivir con ellos.
Al cabo de unos días la abuela notó que la
mujer tenía la lengua de una serpiente y decidió hablar con su hijo.
Pero él, cada vez más y más enamorado de la mujer-serpiente, no hacía
caso a nadie. Cuando la madre dijo que quería que la mujer-serpiente se
fuera de su casa, el hijo le dijo que amaba aquella chica y que estaba
tan enamorado se quería casar.
El chico, a pesar de todos los
consejos que le dio su madre, se casó con la hermosa chica. La
mujer-serpiente notó que la abuela se había dado cuenta de quién era
ella y, para evitar todo lo que podía pasar, empezó a llorar ante su
marido y decirle que su madre no la quería. Tanto y tanto insistió en
que finalmente el hijo decidió echar de casa a su madre.
La
abuela, a pesar de haber dedicado toda la vida a su hijo, se encontraba
a la intemperie. Hacía un frío que pelaba y nevaba tanto que, mientras
caminaba, la nieve le llegaba hasta las rodillas.
Sin embargo la abuela continuó amándolo ya que sabía que la culpa era de aquella mujer-serpiente.
La
abuela, además, tenía mucha hambre y tenía los pies congelados. Estaba
muy cansada y finalmente cayó al suelo. Entonces recordó la leña que le
había regalado aquella chica y decidió encenderla para calentarse. Era
muy vieja y sabía que no podría sobrevivir muchos días más de aquella
manera. Al encender el fuego, de dentro de los troncos salieron un
duendes con unos sombreros puntiagudos de color rojo como el fuego.
Los
enanos empezaron a bailar, a saltar, a cantar y gritar, lo que la hizo
alegrar y coger fuerzas. Los duendes se pusieron a su alrededor y le
empezaron a hablar:
- Tu hijo, abuela, hizo despertar los
espíritus del bosque mágico. Ahora, estos están muy enfadados, por lo
que el rey del bosque quiere hablar contigo.
En ese momento
apareció un ciervo, con el que la abuela viajó en el interior del
bosque mágico, acompañada de los duendes que montaban unos esquiroles
que les hacían de caballos. Allí no hacía tan frío y no había nada de
nieve. Los árboles parecían vivos, la tierra tenía unos colores
diferentes, los animales eran extraños y, incluso, algunos hablaban
entre sí.
En ese momento apareció una silla impresionante de
color negro. Esta era en un espacio oscuro y no se podía ver quién
había sentado.
Entonces se oyó una voz humana que dijo:
- Ya sabes que tu hijo despertó los espíritus del bosque. Ahora ya tiene su castigo.
Tú podrás volver a tu pueblo, en el tiempo de tu juventud.
En
ese preciso momento apareció su pueblo, donde la gente era muy feliz
porque hacía mucho sol y muy buen tiempo y tenían de todo lo que
necesitaban.
- Entra en el interior de tu pueblo. Cuando hayas
entrado, te harás joven y te encontrarás con toda tu familia-dijo el
rey del bosque.
La abuela se puso a correr hacia el interior
del pueblo y justo en el momento de entrar se giró y vio a su hijo.
Ella preguntó al rey:
- ¿Qué le pasará a mi hijo?
-
Cuando pases esta puerta olvidarás que jamás haya existido. No te
recordarás de nada. Pero no te preocupes por él. Él ya recibirá su
castigo.
En ese momento la abuela dudó sobre qué debía hacer. Finalmente decidió no dejar a su hijo y dijo:
- A pesar de todo lo que ha hecho, yo no lo puedo abandonar.
Entonces,
un viento huracanado lo hizo desaparecer todo: los duendes, la silla,
el rey, el pueblo, los animales ... y la mujer-serpiente se convirtió
en serpiente de verdad.
La abuela fue la persona que amaba más
su miseria que toda la felicidad del mundo. Y la magia del bosque
desapareció. El hijo y la abuela quedaron solos. Él lloraba pidiéndole
perdón. A partir de ese momento vivieron contentos el resto de su vida.